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LA PRIMERA PINTORA SANTAFESINA: JOSEFA DÍAZ Y CLUSELLAS
 

J. Catalina Pistone

A pesar de que se ha hablado mucho de Josefa Díaz y Clusellas, es oportuno que se la recuerde, porque de este modo se honra al quehacer plástico nativo. En primer lugar, porque es la primera mujer de Santa Fe que se dedica a la pintura, en segundo término, es la primera pintora costumbrista, y por último, es la primera acreedora al inaugural homenaje oficial acordado a una artista plástica. Es decir, que en ella se dan todos los principales antecedentes posibles en la vida de un artista pintor.

Josefa Díaz nació en Santa Fe, el 13 de abril 1852.

Don Horacio Caillet-Bois, su primer biógrafo, señala como su profesor a Héctor Facino, por ser el artista pintor residente en Santa Fe, por esos años. Es probable que se haya perfeccionado con Facino, en la fecha que ella misma da como cierta -1867-1869-, pero es evidente que en dos años no se puede formar un artista plástico si no tienen evidentes condiciones para el arte.

Conocidos sus méritos, se la invita a concurrir a la primera exposición Nacional de Córdoba, de 1871, y accediendo a ella, hizo entrega de "cuatro obras al óleo, una representa un gaucho argentino, otra una china del Chaco y dos naturalezas de frutas". Estos datos son inéditos y figuran en la segunda parte de nuestra obra" El Arte en Santa Fe."

Josefa Díaz, es la primera artista santafesina que pinta motivos costumbristas y esos mismos temas son los que envía a la primera exposición nacional, representando a Santa Fe. En esta muestra no pasó inadvertida ante nadie y menos para las autoridades de la provincia. A consecuencia de esto, la asamblea de representantes de Santa Fe (La Legislatura), por ley del 22 de agosto de 1871, acordó otorgar a la "retratista al pincel", una medalla de oro como premio "al talento, gloria y estimulo". Contaba solamente diecinueve años de edad.

Dicha distinción le fue entregada por el Gobernador de la Provincia Dr. Simón de Iriondo, el 1 de enero de 1872, a las cinco y media de la tarde, en su domicilio particular de calle Belgrano y La Rioja.

Esa honra le dio mucha relevancia y su fama no tuvo límites, le llegaron encargos de Entre Ríos, Córdoba y Buenos Aires, al punto de que estando de paso por Santa Fe el presidente de la Nación Domingo Faustino Sarmiento, por enero de 1870, no pudo resistir la tentación de conocerla y le ofreció una visita. En mayo de 1894, cuando contaba 42 años, ingresó en la orden de la hermanas Adoratrices, con quienes se había vinculado por lazos de amistad.

Es decir que pintó como seglar durante 25 años y siendo religiosa 23.

¿Qué destino habrán tenido los cuadros que pintó durante 25 años, naturalmente que se habrán perdido o estarán en manos de particulares, sin saber ellos mismos que poseen telas originales de Josefa Díaz y Clusellas. Esto lo afirmamos porque muchas obras de ella no llevan firma y la incuria de la gente dejó perder muchas de sus pinturas. Gran parte de esos cuadros están en el museo provincial "Rosa Galisteo de Rodríguez".

Sor Josefa murió en Villa del Rosario, Córdoba, el 24 de septiembre de 1917 a los 65 años de edad.

La obra de Josefa Díaz pertenece a la escuela clásica. Su pintura no es robusta, sino más bien demasiado trabajada, pulida, propia de un estilo femenino. Utilizaba la naturaleza sin copiarla, como auxiliar del modelo y por ello no es desmerecida su obra; ya lo ha dicho Hegel " escoger no es imitar".

Siguiendo con el pensamiento del filósofo nos declara que "si hubiera un arte que nos representara la realidad vulgar tal cual es, pronto llegaría a aburrirnos". "Sería un arte inartístico o apoético".

Pepa Díaz, como se la llamaba cariñosamente, utilizó lo auténticamente santafesino, los típicos exponentes de nuestra raza, para introducirlos en el arte pictórico, sin imitar, creando siempre.

Aún los cuadros de temática religiosa tienen un encanto especial. Dice Horacio Caillet -Bois, en su biografía que "puede situársela sin desmedro, al lado de sus más ilustres coetáneos los García del Molino, Mendilaharzu, Rodríguez Etchart y Ballerini, que vivieron en Buenos Aires y por eso fueron más afortunados".

 

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